domingo, 7 de junio de 2015

NOVENA DE CONFIANZA AL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS



La confianza es un acto de la voluntad por el que esperamos conseguir de Dios nuestra salvación y los medios necesarios para ello. Es una virtud que encierra fe, esperanza y caridad. El fundamento de la confianza está en que Dios es nuestro Padre, que cuida de nosotros más que de los cuervos y los lirios (Lc. 12, 24-27).

Nadie disfruta más de la bondad del Corazón de Jesús que el que tiene mayor confianza en Él. El peor y mayor mal que el demonio nos hace después del pecado, es hacernos desconfiar. "Lo que más le agrada es la confianza en Él" (Santa Margarita).

Necesitamos la confianza y la mejor manera de alcanzarla es pedirla a Dios.

Podemos pedir la confianza y todas las gracias y bienes que necesitamos con "la novena de confianza".

"Vayamos con confianza al trono de la gracia". (Hb. 4, 16).

Modo de hacer la Novena de Confianza:

Oh Jesús, a tu Corazón confío (esta alma, esta pena, este negocio), míralo, después haz lo que tu Corazón te diga; deja obrar a tu Corazón.

Oh Jesús, yo cuento contigo, yo me fío de Ti, yo me entrego a Ti, yo estoy seguro de Ti.

Padre nuestro, Ave María y Gloria.

Sagrado Corazón de Jesús, en Ti confío (nueve veces).

Oh dulce Jesús, que has dicho: "Si quieres agradarme, confía en Mí; si quieres agradarme más, confía más; si quieres agradarme inmensamente, confía inmensamente; las almas confiadas son las robadoras de mis gracias". Yo confío inmensamente en Ti. En Ti, Señor, espero; no sea yo confundido eternamente. Amén.

ORACIONES

ACTO DE CONFIANZA EN EL CORAZÓN DE JESÚS

¡Oh Corazón de Jesús!, Dios y hombre verdadero, delicia de los Santos, refugio de los pecadores y esperanza de los que en Vos confían; Vos nos decíais amablemente: “Venid a mí”; y nos repetís las palabras que dijisteis al paralítico: “Confía, hijo mío; tus pecados te son perdonados”, y a la mujer enferma: “Confía, hija; tu fe te ha salvado”, y a los Apóstoles: “Confiad, yo soy, no temáis”. Animado con estas vuestras palabras, acudo a Vos con el corazón lleno de confianza, para deciros sinceramente y de lo más íntimo de mi alma: Corazón de Jesús, en Vos confío.

(A cada invocación decimos “CORAZÓN DE JESÚS EN VOS CONFÍO”)

En mis alegrías y tristezas,

En mis negocios y empresas,

En mis prosperidades y adversidades,

En las necesidades de mi familia,

En las tentaciones del demonio,

En las instigaciones de mis propias pasiones,

En las persecuciones de mis enemigos,

En las murmuraciones y calumnias,

En mis enfermedades y dolores,

En mis defectos y pecados,

En la santificación y salvación de mi alma,

Siempre y en toda ocasión,

En vida y muerte,

En tiempo y eternidad,

Corazón de mi amable Jesús, confío y confiaré siempre en vuestra bondad; y, por el Corazón de vuestra Madre, os pido que no desfallezca nunca esta mi confianza en Vos, a pesar de todas las contrariedades y de todas las pruebas que Vos quisierais enviarme, para que, habiendo sido mi consuelo en vida, seáis mi refugio en la hora de la muerte y mi gloria por toda la eternidad. Amén.

Oración final.

¡Oh, Señor Jesús!, vuestros santos misterios infundan en nosotros un fervor divino, con el que, recibida la suavidad de vuestro dulcísimo Corazón, aprendamos a despreciar lo terreno y amar lo celestial. Vos que vivís y reináis por los siglos de los siglos. Amén.

ACTO DE CONFIANZA DEL BEATO CLAUDIO DE LA COLOMBIÈRE

Dios mío, estoy tan persuadido de que velas sobre todos los que en ti esperan y de que nada puede faltar a quien de ti aguarda todas las cosas, que he resuelto vivir en adelante sin cuidado alguno, descargando sobre ti todas mis inquietudes. Ya dormiré en paz y descansaré, porque Tú, solo Tú has asegurado mi esperanza.

Los hombres pueden despojarme de los bienes y de la reputación; las enfermedades pueden quitarme las fuerzas y los medios de servirte; yo mismo puedo perder tu gracia por el pecado; pero no perderé mi esperanza; la conservaré hasta el último instante de mi vida y serán inútiles todos los esfuerzos de los demonios del infierno para arrancármela. Dormiré y descansaré en paz.

Que otros esperen su felicidad de su riqueza o de sus talentos; que se apoyen sobre la inocencia de su vida, o sobre el rigor de su penitencia, o sobre el número de sus buenas obras, o sobre el fervor de sus oraciones. En cuanto a mí, Señor, toda mi confianza es mi confianza misma. Porque Tú Señor, sólo Tú, has asegurado mi esperanza.

A nadie engañó esta confianza. Ninguno de los que han esperado en el Señor, ha quedado frustrado en su confianza. Por tanto, estoy seguro de que seré eternamente feliz, porque firmemente espero serlo y porque de ti, Dios mío, es de quien lo espero. En ti esperaré, Señor, y jamás seré confundido.

Bien conozco, y demasiado lo conozco, que soy frágil e inconstante; sé cuánto pueden las tentaciones contra la virtud más firme; he visto caer los astros del cielo y las columnas del firmamento; pero nada de esto puede aterrarme. Mientras mantenga firme mi esperanza, me conservaré a cubierto de todas las calamidades; y estoy seguro de esperar siempre, porque espero igualmente esta invariable esperanza.

En fin, estoy seguro de que no puedo esperar con exceso de ti y de que conseguiré todo lo que hubiere esperado de ti. Así, espero que me sostendrás en las más rápidas y resbaladizas pendientes, que me fortalecerás contra los más violentos asaltos y que harás triunfar mi flaqueza sobre mis más formidables enemigos. Espero que me amarás siempre y que yo te amaré sin interrupción; y para llegar de una vez con toda mi esperanza tan lejos como puede llegarse, te espero a ti mismo, Creador mío, para el tiempo y para la eternidad. Así sea.

A LA LLAGA DEL SAGRADO COSTADO Y CORAZÓN DE JESUCRISTO.

Benignísimo Jesús, la llaga de tu Sagrado Corazón sea para mí refugio, fortaleza y defensa contra tu ira, y remedio de todos los pecados, especialmente los mortales, de los engaños del demonio, mundo, carne y amor propio; de todos los peligros del cuerpo, y, sobre todo, me sirva para evitar la condenación eterna. Sea también abismo donde desaparezcan todos mis pecados, al cual con perfecto aborrecimiento y dolor de corazón arrojo todas mis imperfecciones, para no volverlas a cometer jamás. Dignaos concederme, amabilísimo Jesús, aunque no sea más que una gotita de sangre de la llaga de vuestro misericordiosísimo Corazón, en prenda y señal de que me perdonáis para siempre todos mis pecados. Encerradme en lo más íntimo de vuestro Corazón, y allí guardadme, aquilatadme, abrasadme, purificadme, encendedme hasta convertirme y sublimarme a vuestra perfecta semejanza en fuego divino, haciéndome lo más semejante a Vos, de modo que, desapareciendo yo en cuanto sea posible, sólo busque en todas mis acciones el gusto y voluntad de vuestro purísimo Corazón. Amén.

jueves, 4 de junio de 2015

ORACIÓN AL CORAZÓN DE JESÚS POR UN ENFERMO.




Dulcísimo Jesús, que dijisteis:


"Yo soy la Resurrección y la Vida", que recibiendo y llevando en Vos nuestras enfermedades, curabas las dolencias de cuantos se te acercaban; a Ti acudo para implorar de tu Divino Corazón a favor de los enfermos, suplicándote por intercesión de tu Santísima Madre, la bienaventurada siempre Virgen María, salud de los enfermos, quieras aliviar y sanar en la presente enfermedad a tu siervo ........ , si es conveniente para su bien espiritual y el de mi alma.



Señor Jesús, que al funcionario real que te decía: "Venid, Señor, antes que mi hijo muera", le respondisteis: "Vete, tu hijo vive". Sánalo, Señor.



Señor Jesús, que al ciego de Jericó, que sentado junto al camino te decía en alta voz: "Jesús, Hijo de David, ten piedad de mí", le respondiste: "Recupera tu vista, tu fe te ha salvado", y al momento vio. Sánalo, Señor.



Señor Jesús, que diciendo: "Quiero, sé limpio", limpiaste al leproso, que te decía suplicante: "Señor, si quieres puedes limpiarme". Sánalo, Señor.



Señor Jesús, que librasteis al mudo poseído del demonio, hablando luego con admiración a las turbas el que antes era mudo. Sánalo, Señor.



Señor Jesús, que sanaste al enfermo que llevaba treinta y ocho años de su enfermedad, junto a la piscina de las ovejas, diciéndole: "Levántate, toma tu camilla y anda" y anduvo.
Sánalo, Señor.



Señor Jesús, que delante del hijo muerto de la viuda de Naím, enternecido, dijiste a la madre: "No llores"; y tocando el féretro, añadiste: "Joven, a ti te digo, levántate"; entregándolo luego vivo a su madre. Sánalo, Señor.



Señor Jesús, que dijisteis: "Bienaventurados los que lloran porque ellos serán consolados". Sánalo, Señor.



Señor Jesús, que dijisteis: "En verdad, en verdad te digo, que todo cuanto pidieras al Padre, en mi Nombre, os lo dará". Sánalo, Señor.



Omnipotente y sempiterno Dios, eterna salud de los que creen, escúchanos en bien de tus siervos enfermos, por quienes imploramos el auxilio de tu Misericordia; a fin de que recobrada la salud, te den en tu Iglesia ferviente acción de gracias. Por Cristo Nuestro Señor. Así sea.